El tiempo de cuaresma ha arribado, anticipándose este año a la primavera, e invitándonos a la reflexión para la conversión; invitándonos a hacer penitencias, obras de caridad, ayuno y abstinencias para la purificación y transformación permanente de nuestros corazones, y para llevar a Cristo a las periferias.
Hace alrededor de dos semanas que celebramos el miércoles de cenizas, día que dio inicio a la temporada de cuaresma y día en que en la santa Misa, al momento de la imposición de cenizas en nuestra frente, el sacerdote o diacono nos recordó que venimos del polvo y que al polvo regresaremos, invitándonos a la conversión y a creer en el evangelio. Estas palabras contienen un significado muy profundo, pues el tiempo que pasamos en la tierra es muy breve, y lo que hacemos en ese intervalo de tiempo probablemente determine donde pasaremos la eternidad.
Durante la temporada de cuaresma estamos llamados a ayunar y abstenernos de comer carne en determinados días. También durante esta temporada nos abstenemos de ingerir cosas que realmente nos gustan y ofrecer este sacrificio de acompañar a Jesús en sus 40 días en el desierto para también nosotros purificar nuestra alma, fortaleciendo nuestra voluntad para poder resistir a las tentaciones que nos apartan de Dios. También debemos abstenernos de lo que la sociedad moderna de consumo nos presenta; incluyendo toda la chatarra que abunda en las redes sociales e invertir ese tiempo en el estudio, la meditación y reflexión de la palabra de Dios.
La cuaresma es tiempo de acompañar a Jesús en el desierto resistiendo la tentación, con la certeza de que también vamos a ser confortados por ángeles; pero también es tiempo de ser nosotros los ángeles que conforten y acompañen a los hermanos que están atravesando sus desiertos de incertidumbre económica, problemas familiares o migratorios, o que están en peligro de perder la fe. Este tiempo nos brinda la oportunidad de ir construyendo el Reino de Dios aquí en la tierra al solidarizarnos con los hermanos y apoyarnos unos a otros.
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Lenten time has arrived and is inviting us to reflect, do penance, charitable works, fast and abstain for the purification and permanent transformation of our hearts, and to bring Christ to people living at the margins of society.
About two weeks ago we celebrated Ash Wednesday, the first day of the Lenten season and the day in which at Holy Mass, during the imposition of ashes on our foreheads, the priest or deacon reminded us that we came from dust and we will return to dust. Or perhaps he invited us to conversion and to believe in the gospel. These words carry a very deep meaning, for the time we spend on earth is brief and what we do in that time span will probably determine where we will spend eternity.
During the Lenten season we are called to fast and refrain from eating meat on certain days. Also during this season we refrain from ingesting things that we really like as a sacrifice, which is fine and helps us strengthen our will to resist temptations, but we must also refrain from consuming what today’s society presents to us. Maybe we should abstain from the spiritual junk food that abounds in social media and invest that time in the study, meditation and reflection of the teachings of Jesus.
Lent is time to accompany Jesus in the desert while resisting temptations, with the certainty that we will also be comforted by angels. It is also time to be the angels that comfort and accompany our sisters and brothers who are going through the deserts of economic uncertainty, family or immigration ordeals, or who are in danger of falling off the Catholic faith.
— Deacon Hector J. Donastorg, is the Director of Hispanic Ministry for the Archdiocese of Mobile. He may be emailed at [email protected]