Los seres humanos podemos expresar cosas con nuestras palabras que son realmente deslumbradoras. Luego repetimos la frase con la suficiente frecuencia como para que la expresión empiece a perder su impacto. Por ejemplo, piense en la primera vez que le dijo a alguien "te quiero". ¿Recuerda los nervios? ¿Recuerda la boca seca y el corazón palpitante? Ahora, lo decimos por rutina. A veces decimos "te quiero" y luego tenemos que seguir con algún tipo de énfasis. Nuestro uso de la frase la ha desmitificado. Ahora bien, no estoy defendiendo que dejemos de decir "te quiero". Esta reflexión no trata en absoluto de esa frase. Menciono esa frase como un ejemplo. Quiero fijarme en otra frase que es aún más deslumbradora, y que también hemos desmitificado. A saber: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Estas palabras del comienzo del Evangelio de San Juan son deslumbradoras. Sin embargo, a menudo nos precipitamos sobre ellas y no dejamos que su significado completo profundice en nuestros corazones y mentes. Jesús era y es el Verbo Divino. Él es Dios. Eligió humillarse y asumir la naturaleza humana (rápido aparte: Jesús era una persona divina que tenía/tiene una naturaleza divina y una naturaleza humana, pero sólo es una persona). Piense en eso por un minuto. Si yo pudiera unirme a una naturaleza canina, el sufrimiento al rebajarme ni siquiera se acercaría al que sufrió el Creador del universo al asumir la naturaleza de una de sus criaturas. Y la razón por la que Él tomó nuestra naturaleza fue para poder morir en la cruz por nuestros pecados. Todo lo demás de Su ministerio podría haberse realizado sin tomar la naturaleza humana. Podría haber aparecido con un cuerpo para poder enseñar y sanar. Pero Su propósito era salvarnos pagando el precio de nuestros pecados ("Porque la paga del pecado es la muerte..." Romanos 6:23). Los seres humanos debíamos un precio a Dios, pero ninguno de nosotros tenía nada digno de Dios. Todo lo que teníamos nos lo dio Dios. El Verbo Divino tuvo que asumir una naturaleza humana para que el morir en la cruz fuera una ofrenda de un hombre, pero un hombre que también era Dios (por lo que la ofrenda era suficiente). "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". No dejemos pasar estas profundas verdades sólo porque nos resulten familiares. - Pat Arensberg es el Director de la Oficina de Evangelización y Vida Familiar. Envíele un correo electrónico a [email protected] Para más información sobre los eventos de esta oficina, visítenos en mobilefaithformation.org