La Iglesia de Estados Unidos se prepara para celebrar un Congreso Eucarístico Nacional. No ha habido un congreso de esta índole desde 1977. Se celebrará en Indianápolis el domingo 21 de julio de 2024. Como signo de preparación para este próximo congreso, ya están en marcha cuatro procesiones hacia Indianápolis, que se dirigen desde el sur, el oeste, el este y el norte.
La procesión del sur visitará Mobile el sábado 15 de junio en su viaje desde Brownsville (Texas) a Indianápolis. Se celebrará una misa en la catedral a las 8 de la mañana y, a continuación, una procesión se dirigirá desde la catedral a la parroquia de Santa María para rezar. Después, se invita a la gente a participar en obras de misericordia. Todos están invitados y más información estará disponible en La Semana Católica.
Aprovechando esta oportunidad para celebrar el don inestimable de la Eucaristía, sería útil que reflexionáramos sobre nuestra creencia católica en la Eucaristía. Nuestra fe en la Eucaristía es muy rica. Es como un diamante finamente tallado. Al girar un diamante, la luz es captada y reflejada de diversas maneras, mostrando diferentes colores a medida que gira.
Así también nuestra creencia en la Eucaristía puede expresarse de varias formas importantes:
La Eucaristía es Presencia Real. Es la fe ininterrumpida de la Iglesia. Desde el tiempo de los apóstoles, la Iglesia ha creído lo que Jesús dijo: «Esto es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre». Creemos que en la Misa el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Como escribió San Justino en el año 155 A.D.
Porque no los recibimos como pan común y bebida común, sino que así como Jesucristo nuestro Salvador, hecho carne por el Verbo de Dios, tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así
también se nos ha enseñado que el alimento que es bendecido por la oración de su palabra, y del cual se nutren por transmutación nuestra sangre y nuestra carne, es la carne y la sangre de aquel Jesús que se hizo carne. (San Justino)
La Eucaristía es misterio. Sólo podemos maravillarnos de que Dios, Creador del cosmos, pueda hacerse verdaderamente presente en los meros elementos del pan y del vino. Nada es imposible para Dios.
La Eucaristía nos enseña quiénes somos. Como dice el Salmo 8: «¿Qué es el hombre para que te preocupes por él?». Somos amados por Dios. El Dios todopoderoso nos ama a nosotros, sus criaturas, que fuimos creadas del polvo. Dios lo demostró en la cruz y siempre que celebramos la Eucaristía. Dios elige estar con nosotros hasta el fin del mundo. No hay mayor señal de que estamos unidos a Dios que cuando recibimos a Cristo en nuestros cuerpos.
La Eucaristía es un mandato. Después de la Última Cena, la primera celebración de la Eucaristía, el Señor llamó a sus apóstoles a seguirle. Nosotros, los que celebramos la Eucaristía, estamos llamados a seguir al Señor por el mundo como instrumentos suyos, a cuidar de nuestro prójimo y a demostrar que somos sus seguidores con nuestro testimonio. La palabra «Misa» significa «Eres enviado». Si recibimos la Presencia Real de Cristo en la Misa, debemos ser la presencia real de Cristo en el mundo.
La Eucaristía es Comunión. De todas las formas que el Señor podría habernos dado para adorar a Dios, nos dio una comida. La comida reúne a las personas, y el Señor utiliza la comida para reunirnos en torno a la mesa de la Eucaristía. No se podía haber elegido un modo mejor para mostrar que nosotros, que somos hijos e hijas del Padre, somos, por tanto, hermanos los unos de los otros.
La Eucaristía es fuerza. Al recibir la Eucaristía en nuestro propio cuerpo, se nos recuerda que Cristo está con nosotros en todas las cosas. Nos alimenta, viaja con nosotros, nos fortalece, experimenta todo lo que vivimos.
La Eucaristía es sacrificio. El Señor hizo el único sacrificio perfecto en la cruz, que nunca se repetirá. Sin embargo, nos ordenó: «Haced esto en memoria mía». En la Misa, no sólo recordamos el sacrificio de Cristo en la cruz, sino que este único sacrificio se nos hace presente de nuevo en ese momento. Dios está por encima del tiempo. Lo que hizo en la cruz hace 200 años, nos lo vuelve a hacer presente en cada Misa.
La Eucaristía es acción de gracias. La palabra «Eucaristía» es una palabra griega que significa acción de gracias. Cuando celebramos la Eucaristía, estamos dando a Dios alabanza, honor, gloria y gracias.
Oremos para crecer más profundamente en nuestra fe en la Eucaristía y más fervientes en nuestro agradecimiento por este don inestimable.