El 4 de julio es un bienvenido descanso estival. Es una oportunidad para que muchos disfruten de este día festivo, ya sea en la playa, en el lago o en el jardín de casa. Probablemente muchos de nosotros sólo pensamos de pasada, si es que lo hacemos, en el significado de este día. Es nuestro día para recordar que vivimos en un país dedicado a respetar los derechos de todos.
Sin embargo, nos vendría bien recordar lo que los fundadores de esta nación consideraron esencial para un país libre: la fe y la moral. En repetidas ocasiones, quienes fundaron este país en el siglo XVIII escribieron que un pueblo sólo mantendría la democracia que se estaba estableciendo si mantenía la fe en un Ser Supremo y la moral que se desprendía de esa fe.
George Washington escribió: "De todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad política, la religión y la moral son apoyos indispensables". También escribió: "Vuestro amor por la libertad, vuestro respeto por las leyes, vuestros hábitos de industria y vuestra práctica de las obligaciones morales y religiosas, se encuentran entre los reclamos más fuertes para la felicidad nacional e individual."
Charles Carroll, el único firmante católico de la Declaración de Independencia, escribió: "Sin moral, una república no puede subsistir por mucho tiempo; por lo tanto, quienes están desacreditando la religión cristiana, cuya moralidad es tan sublime y pura y que asegura al bien la felicidad eterna, están socavando los sólidos cimientos de la moral, la mejor seguridad de un gobierno libre."
Thomas Jefferson escribió: "Dios, que nos dio la vida, nos dio la libertad. ¿Y pueden considerarse seguras las libertades de una nación cuando hemos eliminado su única base firme, la convicción en la mente de la gente de que estas libertades son un don de Dios? ¿Que no pueden ser violadas sino con Su ira? En verdad, tiemblo por mi país cuando reflexiono que Dios es justo; ¡que Su justicia no puede dormir para siempre!"
La lista continúa, pero los fundadores sabían que sin la confianza en Dios, cesaría un gobierno libre. Los fundadores escribieron que nuestros derechos fundamentales y nuestra dignidad provienen de Dios, no de ningún gobierno. Escribieron en la Declaración de Independencia: "Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad". (el subrayado es mío)
Reconocieron que nuestros derechos fundamentales y nuestra dignidad no nos vienen de nuestra nación, sino de Dios. Los estadounidenses deberíamos estar profundamente agradecidos por vivir en una nación comprometida con la protección de nuestros derechos y nuestra dignidad, pero nuestros Fundadores sabían que nuestros derechos no nos vienen por ser ciudadanos de este país, sino porque hemos sido creados por Dios.
Me duele cuando oigo a personas responsables citar la frase antes mencionada de la Declaración de Independencia pero omitir esas tres palabras críticas: "por su Creador". Si no queremos reconocer que existe un Ser Supremo, o su instrucción moral, entonces ¿de dónde proceden nuestros derechos? Nos quedaríamos con la inquietante respuesta de que nuestros derechos y dignidad provienen del gobierno, pero lo que el gobierno puede dar, el gobierno lo puede quitar. Sin Dios, nuestros derechos y dignidad se basan en cimientos de arena.
Nuestros fundadores se dieron cuenta de que un pueblo libre debe tener los cimientos que provienen del reconocimiento de nuestro Creador y del cumplimiento de las obligaciones morales de nuestro Creador. Liberarnos de esos cimientos no nos libera en absoluto, sino que nos pone a merced de un gobierno que determinaría los derechos y la dignidad en función del consenso pasajero de la población en cualquier momento, o de los caprichos de sus dirigentes.
Hagamos una pausa este 4 de julio y recordemos esta lección que nuestros fundadores quisieron que aprendiéramos.